El lugar no hace la diferencia
Desde hace aproximadamente unos 8 años comencé
a ver fotografías sobre Canadá, veía los grandes lagos, montañas, la calidad de
vida de este país, lo multicultural y sobre todo una “mejor vida”.
Al principio comencé deseándolo muy fuerte
con todo mi corazón. Deseaba poder viajar a este hermoso país, conocerlo y para
ser sincera, nunca visualicé poder hasta vivir en él.
Conforme fueron pasando los años, lo pedía
en forma de deseo de cumpleaños, en propósito de año nuevo y hasta me atrevería
a decir que en cada duda existencial que llegó a mí en el eterno proceso del
que estudiar como carrera universitaria, en donde trabajar después de la
universidad, en donde vivir después de haber trabajado muchos años; Canadá
siempre estaba como parte del top 10 de todas esas respuestas.
Las oportunidades llegan por algo, y justo
cuando me encontraba en medio de algo que me hiciera seguir caminando por el
camino en el que me encontraba, llegó un “Do you speak english?” que cambiaría
mi vida.
La oportunidad de vivir y no solo eso, de
poder trabajar en Canadá me llegó en forma de cumpleaños número 21 adelantado;
o al menos eso creía.
Yo creí que esa iba a ser la parte más
difícil de toda esta trayectoria, hasta que empecé a tener entrevistas vía
Skype, preguntas sobre cosas que ni siquiera había visto en la universidad,
largos días envuelta en lágrimas porque aún no recibía un si como respuesta.
Y de repente una tarde de agosto llegó ese
correo con un “See attached your contract” y juro que mi corazón se detuvo por
un micro instante y comprobé que nuevamente, la parte más difícil aún no había
llegado.
Mil papeles por recolectar, firmas, cartas
recomendación, diplomas, etc. Tenía el tiempo encima y muchas cosas no
dependían de mí, incluyendo que aún no estaba titulada.
Y comenzó la lucha otra vez, buscar
prácticas, terminar la escuela en 4 meses y poner changuitos para que cuando el
titulo estuviera en mis manos, aún tuviera la oportunidad de irme.
Para comienzos de este año, en la escuela
me dijeron que el título estaría hasta marzo, pero que podrían apoyarme con una
carta de proceso. No lo dude y la envié, lo peor que podía pasar era que me
dijeran que no.
Una semana después recibí nuevamente un
“See attached your contract”, mi corazón volvió a detenerse por un micro
instante y volví a entender que la parte más difícil aún no había pasado. Tenía
un mes exacto para hacer que aprobaran mi solicitud de trabajo en Canadá y la
embajada solo me decía que esto podría pasar en un periodo de 15 días a 6
meses.
Aunque ya nada dependiera de mí, mi estrés
había conocido un nuevo nivel.
2 semanas antes de mí fecha de inicio en Canadá, llegó la aprobación de mi solicitud, pero no contaba con que en ella hubiera un apartado diciendo “Esto es solo la pre aprobación, llegando a Canadá un agente de seguridad decidirá si la aprueba”. ¡Como si no estuviera bastante estresada por eso!
2 semanas antes de mí fecha de inicio en Canadá, llegó la aprobación de mi solicitud, pero no contaba con que en ella hubiera un apartado diciendo “Esto es solo la pre aprobación, llegando a Canadá un agente de seguridad decidirá si la aprueba”. ¡Como si no estuviera bastante estresada por eso!
Cuando llegué con 30 diferentes
documentos, el agente solo preguntó por 2, me dejó pasar en 10 minutos y me
explicó lo fácil que era tramitar todo.
¿Cómo iba yo a saberlo? Pero por si
preguntan, ahora se de pies a cabeza lo necesario para venir a Canadá y que el
tiempo realmente no debería estresar tanto.
Finalmente estaba aquí, en el país de mis
sueños y después de creer mil veces que “Lo más difícil ya había pasado”, llegó
la definitiva.
Por muy bien que entiendas otro idioma, no
es tu lengua nativa y cuesta trabajo. Acostumbrarte a una cultura en donde la
gente no saluda de beso, darte la mano significa cortesía y amistad, quitarte los zapatos al entrar a una
casa por educación y sobre todo aventurarte sola a donde no conoces a nadie, no
conoces cómo funcionan las calles, la vida; se dice fácil, pero hasta que no lo
vives no lo sabes.
Mentiría si dijera que al principio fue
fácil, estaba tan ansiosa por cumplir mi sueño, que cuando llegué y me vi
chiquita, sentada en una cama, sin mamá, sin mis amigos, en un país que nunca
antes había pisado y a dos días de presentarme en un nuevo trabajo, estaba
muerta de miedo.
No puedo quejarme de nada, todo se
presentó a la perfección desde mi inicio. No sabía lo importante que era vibrar
alto, ser positivo y creer en ti. Llegué viviendo en un airbnb y tenía 1 mes
para buscar a donde moverme; la verdad es que si creo en el destino. Tanto que,
a los dos días, mi conductora de uber se convertiría en mi roomie y primera
amiga.
Todo lo que me preocupaba referente al
idioma y al ambiente de trabajo, desapareció en cuestión de días. La
multiculturalidad aquí hace que sea muy fácil darte a entender. Todos siempre
fueron muy amables conmigo, desde guiarme en cómo moverme, hasta invitarme a
pasar fechas familiares en sus casas sabiendo que mi familia estaba lejos.
La cultura es muy diferente, pero si te
adaptas y la aprecias, te das cuenta que en realidad todo el mundo se mueve con
los mismos principios.
Ha habido días difíciles, en donde no me
siento útil laboralmente, en donde extraño a mi gente, en donde quiero tirar la
toalla; pero no se comparan con el exceso de días en donde he brillado tan alto
que hasta la gente me pregunta porque soy tan feliz, en donde me he conocido de
una forma que nunca lo hice antes.
Mi estadía está por terminarse y mientras
yo estoy lo más feliz del mundo porque viví cada instante tan intenso, por lo
que logré y por lo que voy a lograr, los demás cuando emocionadamente les
cuento de mi regreso, solo me gritan “¿Tan pronto?, ¿Por qué no intentas
quedarte más tiempo?, Fracaso” entre otras tantas que prefiero no escribir.
No entiendo porque cada vez que me alegro
por volver y que les cuento mis planes al regreso, las respuestas que obtengo
son de “fracaso”. ¿En qué momento fracasé?
Luché por mi sueño, logré mi sueño, viví
mi sueño, me enamoré de mi sueño, me convertí en mi sueño y crecí con mi sueño.
Cumplí mis metas y llené mi cabeza de
nuevas metas, me enamoré de la vida a mis 21 años y me enamoré sobre todas las
cosas de mi misma.
Experimenté, aprendí a tomar mis propias
decisiones y sobre todas las cosas, me independicé.
Y hoy por hoy puedo decir que Canadá no me
defraudó en lo más mínimo, que me regaló la mejor experiencia y la mejor
escuela que he vivido en mis 21 años.
Que,si pudiera repetir esta experiencia,
lo haría una y mil veces. Pero hoy, sin explicaciones ajenas y sin haber
fracasado, sin ningún tipo de tristeza o mal rato que me haga volver, estoy
segura de que volver a mi tierra, es mi momento.
Que mis metas están vibrando tan alto y
sobre todo mi persona, que me atrevo a escribir esto con solo un objetivo.
Salir al mundo, cambiar de rumbo y
aventarte por tus sueños es asombroso. No permitas que, porque esa experiencia terminó
porque tenía fecha de caducidad, porque ya no quisiste continuar, porque no te
gusto, porque te gusto tanto que quieres ser mejor para volver, etc., los demás
te cataloguen como “un fracaso”. Fracasados ellos, que no se atreven a
experimentarlo y lo único que tienen para catalogarlo es juzgarte.
Disfruta cada momento, abrázalo, vívelo,
toma tus propias decisiones y siempre camina en alto.
Mi yo de 13 años estaría muy orgullosa de
todos los lagos, montañas y paisajes que conocí, la multiculturalidad de amigos
que hice y sobre todo la mejor calidad de vida que Canadá no me regaló; que yo
me regalé.
México, Canadá, La India, África, Saturno,
Urano, Neptuno y Plutón no son un fracaso, no son un paso atrás, no son “la
opción cómoda”.
El lugar no hace la diferencia, la haces
tú.
Vive y deja vivir.
Esta entrada me puso la piel chinita desde que la vi, cada palabra y cada párrafo son tan inspiradores, muchas felicidades <3.
ResponderEliminarMuchas gracias, este tipo de comentarios son los que hacen que valga la pena escribir 💕
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