El tercer escalón del segundo piso
Hace un año me encontraba gozando plenamente el sueño por el que
tanto había trabajado y luchado desde hace tiempo.
Me entregaba al cien por ciento a esa pequeña experiencia de vida
que se convertiría en uno de los principales motores que me crearían como el
ser humano que tanto anhelaba ser y que me encuentro en el proceso de ser.
Escribí uno de mis escritos favoritos haciéndole hincapié a mis 21
años y las 21 cosas que había aprendido a lo largo de ellos, las cuales me
habían ayudado a llegar al lugar en el que me encontraba.
Comenzaba los 22 años más vulnerable que nunca. Por primera vez en
toda mi vida, me permitía sentir a flor de piel todo lo que me sucedía.
Si estaba triste, me permitía sentirlo y consentirme como lo
merecía. Si estaba feliz, yo solita me lo celebrara con los gustos que tanto me
daban vida.
Le di el significado que merecía a mi presencia y le
adjudiqué la importancia tan inmensa que merece el amor propio.
Claro que no me había convertido en su totalidad en el ser humano
que tanto deseo ser, pero empecé a amar lo que ya era y a enorgullecerme de
eso.
Entendí que si no me celebraba quien yo ya era, cuando llegará
quien yo esperaba ser jamás iba a serme suficiente.
He pasado altas y bajas durante mis 22 años. Decisiones tan
fuertes que jamás pensé tomar en esta etapa de mi vida.
Arrepentimiento y a la par perdón y entendimiento de mis propias
decisiones.
Acoplarme a un nuevo trabajo, a todos los cambios que conllevaban
mis nuevas decisiones, pensamientos y acciones.
No es tan sencillo como lo pintan, pues conforme vas evolucionando
como persona, inconscientemente empiezas a juzgar más, a cuestionarte si todo
lo que has hecho ha sido suficiente y si te encuentras en el lugar donde
quisieras estar.
Empiezas a cambiar tanto internamente, que lo externo que ya
construiste necesita ajustarse; necesita hacerlo para no perderte.
Es bonito comenzar a trabajar en uno mismo, cuesta trabajo como todos los inicios y lleva mucho tiempo, pero ya empecé, ya cruce la parte más difícil.
Hoy me voy a aplaudir y voy a celebrar mi éxito, pues si en mi
cumpleaños 22 amaba quien yo ya era, hoy a mis 23 vueltas al sol, estoy
encantada y enamorada de quien hoy soy.
Aprendí a decir que no a las cosas que antes hubiera dicho que si
solo por presión social o porque parecía ser lo “correcto”.
Aprendí a valorar más el tiempo en familia, a cerrar los ojos y
agradecer por lo que tengo.
Comencé a tomar decisiones conscientes y no solo por el
aventurarme al ver que sucede.
Logré independizarme en su totalidad, me mudé a capa y espada
empezando de cero, me convertí en mamá perruna de tiempo completo y adquirí mi
primer coche.
Concienticé lo que quiero que me rodee y aunque la cantidad bajo,
la calidad de personas en mi vida aumentó.
Viajé, me consentí y crecí mucho profesional y personalmente.
Descubrí que se vale errar, pero que una mala decisión no define
tu camino ni mucho menos te ata a el como la única opción.
Aprendí a ser más humana.
Mis 21 sembraron mis alas, mis 22 me las extendieron y colocaron
en posición de vuelo para que mis 23 las lleven a volar hasta donde mis sueños,
límites y metas quieran hacerlo.
Bienvenidas 23 vueltas al sol, si no les escribo un poco tal vez
pierdan el rumbo y no logren conectar con la crisis de los veinte que tanto me
fascina.
Pd. El pequeño párrafo que escribí para mi
Estoy hecha de Morat y Belerofón a
todo pulmón
De arroz en todas sus
presentaciones, desde Luis de roll, pokes o caldo de pollo de mamá
De calabacitas rellenas cada 11 de
junio y pastel de tres leches por la abuela unas dos veces al año
De donas de brownie Krispy kreme,
frappes de matcha y Sabritas de limón
Estoy hecha de series infinitas
vistas por mis ojos y de Friends recordada palabra a palabra por mi memoria
De 1000 fotografías por día en mi
galería y de pelitos dorados de Baileys en mi ropa
De mi nueva adicción al box, a los
podcasts y a las lecturas diarias
De escritos borrados, publicados y
guardados; pero, sobre todo, estoy hecha de toda la melancolía y vulnerabilidad
que acompaña a mi alma poéticamente perdida, tratando de encontrarse en todo
aquello que ya es
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